Este monasterio fue fundado por el obispo de Iria, Sisnado I (889-920) y se relaciona con los establecimientos creados en torno a la tumba de Santiago, como la misma iglesia levantada en época de Alfonso II y el monasterio, también benedictino, de San Paio de Antealtares. En 912, Ordoño II le hizo donación de unos terrenos y le confirmaba la posesión de la iglesia de la Corticela, junto a la tumba del apóstol, este es el primer dato que se tiene de esta casa. Después de la destrucción sufrida en Santiago con la razzia de Almanzor (997), se levantó un nuevo monasterio extramuros, en el lugar que todavía ocupa, al norte de la catedral. Alrededor del 1077 la casa a adoptó la Regla de San Benito y en 1112 se consagró la nueva iglesia. El monasterio mantuvo su actividad relativamente alejado de la sede episcopal y del flujo de peregrinos y por este motivo no sufrió las presiones que afectaron el monasterio de Antealtares.

A finales del siglo XV, con la llegada de la observancia, esta casa fue designada para acoger tres comunidades benedictinas de Santiago, la de San Paio de Antealtares, san Pedro de Fóra y esta misma con quienes unieron sus bienes. Los cambios generaron la oposición de las casas afectadas tanto por el endurecimiento de la observancia de la regla como la pérdida de poder que representaba el nuevo vínculo con Valladolid, todo ello se llegó a formalizar definitivamente en 1494. La nueva situación llevó una época de pujanza, lo que permitió reconstruir el monasterio en su totalidad con el resultado del gran complejo que aún se conserva. El monasterio mantuvo la actividad hasta 1835, desde ese momento las dependencias han tenido varias utilidades.