En 1099 los cruzados habían logrado la conquista de Jerusalén culminando la expedición militar de la primera Cruzada impulsada por el papa Urbano II. La situación de las milicias cristianas en Oriente no era nada confortable y el reino de Jerusalén recién fundado para gestionar ese territorio era inseguro y expuesto a las incursiones de los infieles. Fue en este contexto que el 1104 llegó a Jerusalén, en su primer viaje a Tierra Santa, Hugo de Payns (1070-1139). Para hacer frente a la situación que vivían los cristianos en la ciudad ya se había fundado anteriormente la orden de San Juan del Hospital de Jerusalén en aquel momento con carácter eminentemente asistencial. El 1120 unos caballeros reunidos en torno a Hugo de Payns tomaron la decisión de fundar una milicia encargada de defender los Santos Lugares y proteger a los peregrinos, se trataba de una organización sometida a votos de tipo monástico, al tiempo que se dedicaba al servicio de las armas, una militia Christi.

Balduino II de Jerusalén entrega a los templarios la mezquita de Al-Aqsa
Miniatura de la Histoire des Croisades (s XIII)
Bibliothèque nationale de France

Vista ficticia de Jerusalén
Ilustración del Liber Chronicarum (1493)
Bayerische Staatsbibliothek

Toma de Jerusalén, 1099
Ilustración de Passages d'Outremer (Sébastien Mamerot, 1472-75)
Bibliothèque nationale de France

Esta orden incipiente recibió el apoyo de los gobernantes locales a cuyo frente se encontraba Balduino II de Jerusalén (1118-1131) quien les entregó la mezquita de Al-Aqsa que aún se levanta hoy en la Explanada de las Mezquitas considerada entonces el templo de Salomón (de ahí el término Temple con el que era conocida la orden) aunque realmente es una construcción islámica. También recibieron la protección de las autoridades de Occidente, como los condes de Champaña, de donde procedía Hugo de Payns. En cuanto a la Iglesia cabe mencionar el especial interés y apoyo de san Bernardo de Claraval. El 1129 la fundación se oficializó el Concilio de Troyes. Desde sus inicios el Temple procuró garantizar el soporte y mantenimiento de los caballeros y peregrinos desplazados a Tierra Santa, por eso pronto procuró extender una red de fundaciones en Occidente destinadas a obtener el apoyo financiero para la empresa lo que se convertiría en un complejo entramado de explotaciones económicas que se conocerìan como encomiendas donde se reclutarían hombres y bienes con aquella finalidad.
 

Representación ficticia de una casa del Temple
Ilustración del Liber Chronicarum (1493)
Bayerische Staatsbibliothek
 

La expansión fue muy rápida y las encomiendas se fueron multiplicando, en 1130 ya tenían alguna posesión en Cataluña (Granyena, Segarra) en este territorio se vieron especialmente favorecidos por Alfonso el Batallador y también beneficiados con la conquista de tierras a los sarracenos en la Cataluña Nueva. El caso de la Península Ibérica presenta una situación diferente a la del resto de Occidente debido al frente de lucha contra el Islam con cierto paralelismo con Tierra Santa, en un lugar las casas del Temple son verdaderos castillos mientras que en el resto se trata básicamente de explotaciones agrarias.